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martes, 21 de abril de 2009

MENSAJE DE PASCUA DE RESURRECCIÓN PADRE OSVALDO

Padre Osvaldo Fernandez de Castro Peñafiel
Queridos amigos, tiempo sin escribirles, es que el estudio me come casi todo el tiempo… Pero cómo no saludarlos para desearles una Feliz Pascua.
La verdad es que la alegría pascual se nota en nosotros, y no sólo cambia la liturgia con el aleluya y el gloria, sino que nuestro ánimo se ve renovado. Me ha impresionado mucho cómo a partir de la liturgia, en estos días, la vida recobra un nuevo aliento. La cuaresma, que es un tiempo de carencia, de penitencia, también de sacrificio, no responde plenamente a lo que nuestro corazón desea. Es cierto que predispone para la Pascua, pero no es el sentido último de la vida. La Pascua, en cambio, trae una palabra definitiva pronunciada por Dios sobre el mundo: la vida es más grande que la muerte. Y esa palabra el Señor la ha pronunciado sobre nosotros. En mí, la vida es más que la muerte. Ya no hay excusa para andar decaídos y con mal ánimo, o tristes o desesperanzados: la vida ha sido pronunciada sobre nosotros, y eso es definitivo, por sobre cualquier dificultad o contratiempo. La Pascua sí llene el corazón.
Las celebraciones de Pascua no sólo nos han hecho recordar lo que sucedió hace casi 2000 años, eso no es lo central, sino que nos han hecho participar de ese Misterio. Cuando celebramos la misa de la Última Cena, no se recuerda simplemente esa última comida de Jesús; cuando celebramos la Pasión no se vuelven a producir los acontecimientos tremendos; cuando celebramos la Vigilia, no es que Cristo vuelva a resucitar en ese momento… Es mucho más que eso: no es un acontecimiento histórico, un recuerdo, como ver un libro de fotos, sino que es participar desde dentro de ese misterio. Es tan grande lo que el Señor hace, que se las arregla, a través de la Iglesia y la liturgia, para que todos podamos ser parte de su acción redentora. Él permite que esa acción se mantenga abierta en el tiempo y nosotros podamos incorporarnos a ella a través de la liturgia. En la liturgia, de alguna manera, somos introducidos en esa gran ofrenda que Cristo hace al Padre. Por eso yo también soy parte de ese sacrificio salvador. La liturgia no es recuerdo, sino que es participación. No es que estemos en el lugar histórico en que sucedieron las cosas, sino que somos parte de esa acción salvadora que sucedió y que sucede hoy. Cada vez que participamos de la eucaristía somos incorporados en este movimiento por Cristo al Padre.
¿Por qué les escribo estas cosas? Porque hemos celebrado todos una Semana Santa que a través de signos visibles, representaciones, lecturas, cantos, retiros, silencios, nos han ido ambientando para a través de la liturgia ser parte de esta Pascua de Cristo. Fíjense en la centralidad de la liturgia. A través de ella yo entro a formar parte del Misterio de Cristo, donde él se ofrece eternamente al Padre. Yo soy parte de eso, no por lo que yo haga, sino por lo que él hace… La liturgia es así como un río que brota de la misma acción de Cristo y que nos empapa y nos lleva con su corriente hacia el Padre. Es el río del agua de la Vida del capítulo 22 del Apocalipsis…
Y esto tiene mucho que ver con la Vida. Hoy se cuestiona mucho el sentido y el valor de la Vida. Nosotros tenemos claridad, pues Cristo ha pronunciado esta última palabra sobre la humanidad: Vida, y Vida Eterna. Por una parte debemos estar muy atentos para defender la vida ante quienes quieren terminar con ella, ya sea a través del aborto o de la eutanasia (acá en España el tema está muy candente). Pero también tenemos que vivir nuestra vida plenamente. Para eso hemos sido hechos. Es absurdo pensar que Dios me dio la vida simplemente para sobrevivir. No es así, Dios me hizo para la plenitud, para la felicidad y la santidad. Es cierto que a veces la cosa se pone difícil, los problemas nos abruman y pareciera que nos van a ganar, pero por sobre cualquier problema o tristeza, mi vocación es la plenitud. Dios no me hizo para estar triste ni para sufrir, Dios me hizo para la eternidad y para la vida plena. Y eso comienza hoy. Así es como no hay que poner al centro el problema, sino la plenitud y la vida. Que éste sea nuestro aporte cristiano: enfrentar las dificultades de la vida con Vida plena. Y ésta brota de Cristo resucitado. De alguna manera andar pesimista por la vida, mirando todo como malo, dejando que la tristeza nos quite el ánimo, quejándonos por todo, juzgando a otros, tirando a otros para abajo… todo esto atenta contra la Vida, que es nuestra vocación. Que hay dificultades, es cierto; pero mucho más fuerte y determinante en tu vida es la Paz que Cristo resucitado te da, es la fuerza que brota de la liturgia, es la vida pronunciada desde el sepulcro… Eso es definitivo.
Por eso, simplemente, ánimo, alégrate, es Pascua. Cristo ha vencido la muerte con la Vida y tú eres parte de ella. Y si por alguna razón te faltan esas fuerzas y esa paz para enfrentar la vida, participa una y otra vez de la eucaristía, ojalá diariamente, que es la fuente desde donde ella brota. Pues en cada misa tú te sumerges en ese río del agua de la vida que brota del Trono del Cordero…
Muy Feliz Pascua a todos. Y a vivir la vida plena y santamente, mira que menos que esto es ser mediocre y es equivocarse en lo único importante.

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CAMBIAR EL MUNDO POR AMOR